Un buen rey tenía como amigo y consejero a su primer ministro. Era un hombre tranquilo y sabio que le ayudaba en lo que sabía y podía. Este ministro y consejero solía utilizar la expresión “será para bien” y lo más probable era que siempre acertara, sabía cuando hablar y qué decir… Aunque un buen día el rey, pelando una manzana, cometió un error de corte y se cortó y amputó su dedo pulgar. Se lanzó a gritar y con los ojos desorbitados miró a su ministro. El ministro bastante sereno le miró y dijo: “Será para bien”. El rey se airó todavía más y le gritó: Sólo por el aprecio que te tengo no te mando cortar la cabeza, pero te voy a encarcelar por decirme semejante tontería: ¿Cómo será para bien si perdí mi dedo? El ministro mientras era apresado y llevado a prisión miró al rey y dijo de nuevo: “Será para bien” El rey pensó: “Vaya ministro loco que piensa que será para bien que lo meta en prisión”. Pasado un tiempo unos enemigos del rey dominaron y conquistaron sus tierra...