AMOR BAJO EL ESPINO BLANCO

Si la vida se vive en fila india,
por favor camina delante de mí,
para que pueda verte siempre;
si la vida es una carretera de dos carriles,
vayamos el uno junto al otro;
deja que te coja de la mano,
para que cuando caminemos entre un mar de gente,
seas mía para siempre. Pág. 128

AMOR BAJO EL ESPINO BLANCO
AI MI
Traducción de Damià Alou 





Esa noche Jingqiu descubrió un trozo de salchicha debajo del arroz de su cuenco. Sabía que Mayor Tercero debía de haberla puesto allí. Como sabía que le gustaban las salchichas, procuraba que ella recibiera más que los otros. Jingqiu no sabía qué hacer con el trozo extra de carne. Aquello la desarmaba. Su madre le había contado historias de los tiempos en que los amorosos maridos del campo ocultaban carne en los cuencos de arroz de sus esposas. Las jóvenes esposas no pintaban nada en la familia, y tenían que ceder constantemente ante todos los demás. Si alguna vez había algún manjar, debían esperar a que los padres de su marido comieran primero, a que lo hiciera el marido, luego los tíos y tías, y finalmente sus hijos. Para cuando le llegaba el turno, solo quedaban las verduras.
Los maridos no se atrevían a demostrar su amor delante de sus padres, de manera que si querían ofrecerles a sus amadas esposas un pedazo de carne tenían que recurrir a algún truco. La madre de Jingqiu le había contado la manera en que esa esposa podía comerse la carne oculta: primero tenía que chafarla de manera furtiva, a continuación acercar el cuenco a la boca y extraer la carne del fondo del cuenco como si excavara un túnel, fingiendo que solo engullía arroz. Tenía que masticarla en silencio mientras sepultaba de nuevo los restos de la carne. Tenía que procurar no acabarse el arroz antes de repetir, pues descubriría el tesoro oculto. Pero no podía tomar otra ración de arroz sin haberse acabado la primera, pues, si los padres políticos se daban cuenta, le caía una reprimenda de campeonato. Págs. 185, 186.




Carta: Mañana te vas y Lin te acompaña, no yo. Has tomado una decisión y la respeto, solo espero que te haya salido del corazón. Tienes talento artístico de verdad, pero has nacido en una mala época, por lo que no puedes darle rienda suelta. No te subestimes. Debes tener fe en el dicho: «Si el cielo me creó, debo ser de utilidad». Algún día tu talento será reconocido.
Tus padres son víctimas de una injusticia, y no fue culpa suya. No debes considerarte inferior por culpa de tu clase social, ellos no han hecho nada para granjearse esa repulsa. Durante treinta años, el río fluye hacia el este, durante cuarenta años, el río fluye hacia el oeste; los que hoy están en lo más bajo quizá mañana estén en lo más alto, así que no te denigres.
Sé que no te gusta que te hable de tus trabajos temporales, pero quiero insistir en que son labores demasiado peligrosas, así que no las hagas. Si algo te ocurriera, tu madre quedaría aún más afligida. No hay que hacer ostentación de la fuerza física y, si no puedes levantar algo, no debes obligarte a hacerlo; y si no puedes tirar de un vehículo, tampoco debes hacerlo. Tu cuerpo es un capital para la revolución, y si abusas de él no conseguirás nada.
Me ignoras, y no te culpo. Eres inteligente y prudente, y debes de tener tus razones, aun cuando no me las digas.
No voy a obligarte, pero si alguna vez me las quieres contar, por favor, hazlo.
Estar contigo estos últimos meses me ha hecho feliz y ha llenado mi vida.
Me has ayudado a experimentar una dicha que no conocía, y para mí significa mucho. Si durante este tiempo he hecho algo malo, algo que no te gustara, espero que acabes perdonándome. Págs. 311, 312. 





Mayor Tercero ya se había quitado su chaleco de punto y jugaba solo en camisa, con las mangas arremangadas; se le veía vigoroso y apuesto. Jingqiu llevaba el marcador, para contar quién metía más canastas, y resultó ser Mayor Tercero. Se dio cuenta de que llevaba zapatos de cuero. Esos pequeños detalles hacían que lo admirara aún más: era como un afluente crecido que desemboca en un río ya a rebosar. ¿Por qué no podía vivir en esa pista y jugar para ella del amanecer hasta el crepúsculo? Pág. 491




Jingqiu se inclinó hacia su pecho y de nuevo aquel olor la mareó. Deseó con todas sus fuerzas que él la abrazara más fuerte, que extrajera todo el aire de su interior. Avergonzada, se lo dijo, pero no tuvo valor para rodearlo con sus brazos. Los tenía colgando a los lados, como si estuviera en posición de firmes, cada vez más apretada contra él.
—¿Todavía tienes frío? —preguntó Mayor Tercero. La abrazó aún con más fuerza, y ella se sintió mejor, cerró los ojos y se ocultó en los pliegues de su ropa. Sería capaz de dormirse así y de no volver a despertar nunca. Mayor Tercero tembló un poco más y a continuación dijo en voz baja:
—Jingqiu, Jingqiu, creía… creía que nunca podría volver a abrazarte, pensaba que la última vez te habías asustado mucho. Ahora te tengo en mis brazos, pero ¿podrías pellizcarme para comprobar que no estoy soñando?
Ella levantó la cabeza.
—Pellizcarte ¿dónde?
—Donde quieras —dijo él riendo—. Pero no hace falta que lo hagas ahora. No puedo estar soñando, porque en mis sueños no hablas así.
—¿Y cómo hablo en tus sueños?
—Cuando sueño siempre me evitas y me dices que no te siga, que aparte mis manos de ti y que no te gusta que te toque. ¿Has soñado conmigo?
—Sí. —Ella le habló del sueño en el que él la delataba a las autoridades.
—¿Por qué sueñas eso? —preguntó él, ofendido—. Nunca te haría algo así, no soy de esos. Sé que estás preocupada, y asustada, pero nunca te metería en líos. Solo quiero protegerte, cuidarte, hacerte feliz. Solo haré lo que tú me permitas hacer. Pero siempre me confundes. Dime, dímelo ahora, ¿qué me dejarás hacer por ti? De otro modo, podría hacer algo que no te gustara sin saberlo. Dímelo. Haré lo que sea, puedo hacer cualquier cosa por ti.
A ella le encantaba oírle decir aquellas cosas, pero se preguntó con cautela: «¿Le crees? Te está engañando, eso lo puede decir cualquiera».
—Quiero que me prometas no venir a verme hasta que me gradúe. ¿Serás capaz de hacerlo?
—Sí.
Pero ella no podía evitar pensar en lo que ocurriría después de su graduación.
—Cuando acabe la enseñanza secundaria me enviarán al campo y, una vez allí, ya no me traerán de vuelta.
—Sí que te traerán. —Y, dicho esto, le explicó—: No estoy diciendo que no te ame si no te traen de vuelta. Es que estoy convencido de que acabarás volviendo del campo. Y si no, tanto da, puedo seguirte allí donde te manden. De hecho, aquello no era ningún problema para Jingqiu, pues, para ella, si dos personas se amaban no tenían por qué estar en el mismo lugar. Lo más importante era su amor, y poco importaba que estuvieran juntos o separados. Por lo que a ella se refería, quizá cuanto más separados estuvieran, mayor sería la prueba de que se amaban de verdad. Págs. 531, 532.




Él bajó la cabeza y se quedó absorto contemplándola. A Jingqiu el corazón le dio un vuelco. «Se da cuenta de que le estoy mintiendo». Volvió la mirada para evitar sus ojos.
—No es inmoral echar de menos a alguien, ni enamorarse —dijo—. No hay necesidad de sentirse avergonzada. Todo el mundo se enamora tarde o temprano.—Él se mostraba convincente y ella casi estaba a punto de confesar. Pero de repente se acordó de una escena de «Viaje al oeste», cuando Sun Yukong reta a luchar a un monstruo. El monstruo posee una pequeña botella, y si el monstruo pronuncia tu nombre y tú contestas, la botella te succiona y te conviertes en agua. Era como si Mayor Tercero llevara una botella como esa, y con solo admitir que a ella le gustaba fuera a verse succionada para no salir nunca.
—No creo que sea nada vergonzoso, pero aún soy joven, aún voy a la escuela. No puedo hacer esa clase de planes.
—A veces no es cuestión de planear. Es solo que no puedes evitar sentirlo. Yo no quiero desbaratar tus estudios, ni tampoco quiero que cada noche pierdas el sueño, pero no puedo controlarlo. —La miró y, apenado, pareció tomar una decisión—: Estudia en paz, esperaré hasta que te gradúes, y entonces vendré a buscarte. ¿Qué te parece? Págs. 541, 542.




Caminó hasta el embarcadero del ferry, entusiasmada, pensando que esa era su primera cita. Las otras veces se habían encontrado por casualidad, y ella no había tenido tiempo de cambiarse. ¿Le gustaría lo que llevaba? «Él sabe más de la vida que yo, y debe de haber visto a mucha gente guapa y bien vestida. ¿Cómo alguien como yo, que no es especialmente guapa y no viste especialmente bien, puede esperar ganar su corazón?». Tenía la impresión de que todas las personas con las que se cruzaba la miraban como si supieran que iba a encontrarse con un muchacho. Estaba tremendamente nerviosa, impaciente por cruzar al otro lado del río, donde nadie la conocía. Cuando alcanzó la orilla vio a Mayor Tercero de pie cerca del pabellón. Al igual que la última vez, Jigqiu comenzó a caminar por delante sin pararse a esperarlo. Pág. 718




—No me da miedo morir, es solo que… no quiero. Quiero estar contigo, siempre.
—Estaremos juntos, no te dejaré solo. Iré contigo. Tanto da en qué mundo nos encontremos, estaremos siempre juntos. No hay de qué tener miedo.
—¿Qué estás diciendo? No digas tonterías. Estaba demasiado asustado para decirte la verdad porque me preocupaba que me salieras con una bobada como esta. No quiero que vengas conmigo. Si vives, yo no moriré. Pero, si mueres, entonces estaré muerto de verdad. ¿Lo entiendes? ¿Me has oído? Quiero que vivas, que vivas por los dos. Tienes que ayudarme a vivir.
Utilizaré tus ojos para ver el mundo,
utilizaré tu corazón para sentirlo.
Quiero que… te cases, que tengas hijos. Viviremos en tus hijos y ellos tendrán hijos, y así viviremos para siempre. Pág. 999


ZHANG YIMOU (2010) 






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