SHÔGUN





SHÔGUN 
JAMES CLAVELL
Plaza & Janes, Barcelona, 1976

Shogun es una gloriosa saga de Oriente, que nos da un sentido de la Historia como drama humano y un dramático paralelismo con nuestros tiempos.
Describe la manera en que un occidental representativo de su época cambia al verse expuesto a una cultura extraña y exótica. 
Clavell nos brinda el pasmoso cuadro de una nación que se agita en la violencia y en la intriga, al pasar del mundo medieval al mundo moderno.

Los gritos empezaron cuando la luna estaba alta en el cielo.
Yabú estaba arrodillado en el jardín interior de la casa de Omi. Inmóvil. Observaba la luz de la luna sobre el árbol florido, el haz de ramas sobre el claro cielo, los apiñados capullos apenas coloreados. Un pétalo giró en el aire, y él pensó

La belleza
no es menor
por caer
en la brisa.
pp. 73

Tres pétalos cayeron suavemente.
-          Haz una poesía acerca de él.
Omi se estrujó el cerebro. Después, lamentando no ser más hábil, dijo:

Sus ojos
eran el fondo
del Infierno…
Dolor total
articulado.

Se oyeron unos alaridos, ahora más débiles, pero la distancia parecía hacer su tono más cruel.
Yabú dijo, al cabo de un momento:

Si tú dejas
que su escalofrío llegue
a lo más hondo,
te vuelves uno de ellos,
inarticulado.

Omi reflexionó sobre esto durante largo rato, envuelto en la belleza de la noche. pp. 80

La muerte del Taiko había sido dulce. Hacía meses que estaba enfermo, y aquella noche se previó el fin. Pocas horas antes de morir, había abierto los ojos y sonreído a Ochiba y a Yodoko, y había murmurado con un hilo de voz:
-          Escuchad mi epitafio:

Como el rocío nací,
como el rocío me extingo.
El castillo de Osaka y todo cuanto hice
no es más que un sueño
dentro de un sueño. pp. 275

El sol estaba bajo, y se empezaban a formar espesas nubes.
-          Vivir es importante –dijo, satisfecho-. Me parece oír la lluvia a punto de nacer.
-          Sí –dijo ella.
Toranaga pensó un momento. Después, compuso una poesía:

El cielo
abrasado por el sol
llora
fecundas lágrimas.

Mariko, obediente, se dispuso a seguir con él el juego de la poesía, muy popular entre los samuráis, consistente en retorcer palabras de la primera y adaptarlas a una nueva concepción poética. Al cabo de un momento, replicó:

Pero bosque
herido por el viento
llora
hojas muertas. pp. 513

Después, el grupo siguió hacia el Norte, por el frecuentado y bullicioso Tokaido, cruzando la gran taza de arroz del Imperio. Los llanos de aluvión eran ricos en agua y estaban cultivados hasta la última pulgada. El aire era ahora cálido y húmedo, y en él flotaba el hedor de excrementos humanos, que, después de mezclarlos con agua, servían de abono.
-          El arroz nos da comida, Anjin-san, y tatamis donde dormir, sandalias para calzarnos, prendas de vestir para resguardarnos de la lluvia y del frío, bardas para conservar calientes nuestras casas, papel para escribir. Sin el arroz no existiríamos.
-          ¡Pero el hedor, Mariko-san!
-          Es el pequeño precio que hemos de pagar por tanta abundancia, ¿neh? Haz como nosotros: abre los ojos, los oídos y la mente. Escucha el viento y la lluvia, los insectos y los pájaros, oye crecer las plantas, y, en tu mente, verás generaciones que se suceden hasta el fin de los tiempos. Si haces esto, Anjin-san, pronto olerás solo la belleza de la vida. pp. 479

Omi miró a Toranaga, clara la mente y cada cosa en su comportamiento.
-          Señor, te pido que me perdones. Mi mente estaba turbia.
-          Puedes saludarla si lo deseas, antes de marcharte.
-          Gracias, señor –dijo Omi, envolviendo de nuevo la cabeza de Yabú.
-          ¿Cuál fue su poema funerario?
Omi dijo:

¿Qué son las nubes,
si no un pretexto para el cielo?
¿Qué es la vida,
si no una huida de la muerte? pp. 961




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