EL RÍO
EL RÍO
Rumer Godden
Ed. Acantilado, Barcelona, 2018
El
río estaba en Bengala, India, pero a efectos de esta novela y de estos
recuerdos, bien podría haber sido un río americano o europeo, haber estado en
Inglaterra, Francia, Nueva Zelanda o Tombuctú, aunque no haya ríos en Tombuctú.
La esencia de cada uno sería diferente y, como es lógico, la cobra de Boggie
hubiese sido otro animal, por la misma razón que el espíritu de cada una de las
personas que viviese junto al río sería distinto. Pág. 5
A
Bea la noche del Diwali le gustaba tanto como a Harriet, pero cuando se
emocionaba sabía reprimir su excitación igual que contenía sus odios y sus
simpatías. ¿Cómo lo hacía? Harriet la miró durante un buen rato y luego volvió
a tomar asiento desconcertada.
-
Pensaba que te habías olvidado –dijo.
-
¡Eso es imposible! –respondió Bea-. Escucha los tambores.
Los
tambores llevaban resonando todo el día en el pueblo y sus alrededores. El
Diwali era la celebración hindú de la Fiesta de las Luces.
En todas las religiones hay celebraciones rituales a lo largo del año y cada familia conmemora las que considera más importantes. Quizá las de los chinos y los católicos son las más elaboradas, aunque las de los ortodoxos y los hindúes no les van a la zaga, y también en el Tíbet hay festividades maravillosas. Sorprendía que una familia europea celebrase el Diwali, pero en casa de Harriet, como ocurría en cualquier mansión de la India, siempre había alguien que celebraba alguna de las diferentes festividades que se sucedían: Nana era católica; Adbullah, el viejo mayordomo, era mahometano al igual que su ayudante, Gaffura; Maila, el recadero, era un budista procedente del estado de Sikkim; los jardineros eran brahmanes hindúes, descendidos del cielo; el barrendero y el aya eran hindúes intocables y Ram Prasad Singh, el portero, tan amigo de los niños, era de una secta sij. Ahora los jardineros estaban en el bazar comprando las lamparitas de barro, el aceite y las mechas flotantes para la ceremonia, mientras que Abdullah y Maila no mostraban el menor interés. Los niños participaban en el Diwali porque es una festividad irresistible y emocionante para cualquier que viva en un país donde se celebre. Págs. 9, 10.
El
río de Harriet tenía una milla de ancho y fluía mansamente entre bancos de lodo
y arena blanca. Cruzaba unas llanuras de yute y algodón que alcanzaban el
horizonte bajo el peso azul del cielo.
-
Si tengo cierto sentido del espacio –afirmaría Harriet ya de mayor-, se lo debo
a ese cielo.
El
río desembocaba en el mar a través del delta en la bahía de Bengala, su destino
final. Había vida en sus profundidades y en su superficie: vida de peces
autóctonos, de cocodrilos y de marsopas, que surgían del agua y daban
volteretas en el aire mostrando su piel de color gris y bronce, iridiscente
bajo el sol; flotaban bancos de jacintos de agua que florecían en primavera. El
tráfico por el río también le otorgaba mucha vida; navegaban los vapores correo
con chimeneas negras y ruedas de paletas, que hacían romper las olas contra la
orilla; remolcadores a vapor que arrastraban barcazas de yute; barcos nativos
hechos de mimbre sobre los cascos de madera en cuyas proas tenían ojos pintados
y viejas velas desplegadas al viento; había también barcos de pesca con forma
de media luna flotando en el centro del río y pescadores de piernas flacas que
chapoteaban en las aguas poco profundas provistos de cestas de mimbre y de unas
redes pequeñas y muy finas que lanzaban para atrapar unos pececillos brillantes
del tamaño de un dedo. Los peces eran parte integrante del tráfico y cada parte
de ese tráfico abrigaba sus propios objetivos, pero el río los arrastraba a
todos en su corriente. Págs. 13, 14.
Podía
ver la higuera sagrada por encima de las cañas de bambú que tapaban casi por
completo el tronco y se preguntó distraídamente si habría aparecido la cobra.
-
¡Huy! –exclamó
Harriet, y sacudió los hombros de un escalofrío mientras esperaba a que el
capitán John respondiese.
-
Lo que yo dije no
es tan distinto de lo que te ha dicho Victoria, aunque ella lo haya dicho en
otro sentido. Yo creo que las cosas que nos ocurren nos obligan a reinventarnos
continuamente, con cada episodio –dijo el capitán John, sin mirar a Harriet,
con la vista perdida a lo lejos, por encima de la balaustrada del jardín.
-
¿Qué es un
episodio?
-
Significa un
incidente… entre dos actos.
-
No lo entiendo.
-
Un
acontecimiento, algo que ocurre. Cada nueva experiencia, tal vez incluso cada
persona a la que conocemos, si es importante para nosotros, nos obliga a
renacer o a morir un poco; hay muertes grandes y pequeñas, y nacimientos
grandes y pequeños. Págs. 34, 35.
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